Una negra, un cachalote y los extraterrestres

 

El título podría ser una síntesis de este libro, una negra, un cachalote y los extraterrestres, y ello debido a que son los protagonistas, quienes llevan el peso de la narración. Es verdad que hay otros, incluso más importantes (o a los que se dedica más texto), pero los personajes claves en la historia, los que con sus facultades, en algunos casos lindando en la maravilla, llevaron a cabo lo que aquí se cuenta, son los que digo.

 

Un cachalote reposando bajo las nieblas de algún océano.

 De la negra ya hemos hablado en entradas anteriores. Nació en la selva antillana, emigró a la revuelta América central, de allí pasó al país maquinista por excelencia, en donde supo sobresalir, y al fin le cupo desempeñar un papel único en la historia de este siglo XXI. Merced al lugar al que los Hados decidieron enviarla, llegó a ser la negra del fondo del mar, como se la conoció en adelante, lugar en el que pasó más de quince años de su vida.


El cachalote, este que va a ser nuestro amigo (y el de algunas otras personas), es el patriarca de una extensa manada. Gracias a sus insólitas virtudes y disposiciones (algo sobre lo que hoy no sabemos nada), va a ser capaz de tender un puente entre la humanidad (o alguno de sus miembros) y los que nos observan desde la estrella.

―¿Cómo los que nos observan…?

―Sí, de eso aún no te había hablado, pero hay muchas cosas que aún no te he contado. Ellos están allí…

―¿Dónde?

―Como estar, están en los alrededores de Próxima del Centauro, tú sabrás lo que es eso, pero teniendo en cuenta lo que hacen, daría igual que estuvieran en un sitio u otro. […]

 

Ellos, es decir, los exteriores, los que no tienen nombre, productores de luces azules, son unos seres incógnitos que observan el devenir de lo que sucede en este planeta sin poder intervenir de ninguna manera; de hecho, tienen prohibido hacer milagros. Eso sí: pueden comunicarse con determinados individuos, pero miren ustedes por dónde, no han adoptado a los humanos para ello, sino a los cetáceos, que sin duda son más de fiar.

¿Y qué extraterrestres son estos? En este caso la cuestión tiene una respuesta muy sencilla: los que nos han tocado en suerte, porque tampoco estamos en situación de elegir.

Sea como fuere, la sin igual epopeya se desliza por estas páginas como por un tobogán larguísimo hasta llegar a un final lógico, pues ¿qué otra cosa podría suceder? Como ya he dicho en alguna otra entrada, esta fábula tiene un final, allá por los albores del siglo XXII, aparte de lógico, feliz.


Comentarios