Los cetáceos

 

Se dividen en dos grandes órdenes, mistacocetos y odontocetos. En líneas generales, las que llamamos ballenas pertenecen al primer grupo, y los cachalotes al segundo. 

La imagen representa una ballena yubarta, pero aquí vamos a hablar de los cachalotes, pues uno de ellos es un personaje muy importante en este libro.

 

 

 Los cachalotes, el Physeter macrocephalus, expresión latina que significa soplador cabezón, son unos animales enormes. Pueden medir hasta 25 metros y pesar alrededor de 60 toneladas. Su vida es muy larga, en casos extremos cercana al siglo, y habitan todos los mares. Este cachalote, uno de los protagonistas del libro que nos ocupa, vive en el océano Atlántico, en aguas tropicales durante el invierno y en los mares septentrionales en verano, y aunque parezca raro, tiene relación con los humanos, o algunos de ellos, como la negra, a la que varias veces bajó a ver durante la famosa estadía de nuestra protagonista en el fondo del mar. Además, demuestra habilidades sin fin, como la de dar conciertos marítimos acompañado por una trompeta..., y esto sin hablar de lo más importante, que dejaremos para otra entrada del blog.


         [...] y luego, cuando hubimos acabado, con el buen cuerpo que te dejan estos manjares, retornaron a la superficie y se dedicaron a dar vueltas alrededor de nosotros muy despacio, como esperando algo, y entonces Javi cogió la gaita y yo la trompeta, y mientras se desarrollaba el crepúsculo, mientras el Sol se ponía allá lejos con sus acostumbradas luces, primero naranjas y luego más rojas, y al fin, cuando desapareció del todo, ante un público formado por dos catodontes adultos y expectantes dimos un concierto como nunca antes oyeron las olas del mar ni ninguna de las ninfas del océano, un concierto marítimo y crepuscular, un concierto en trío para trompeta, gaita y continuo. El continuo lo hacía Eudoxio, que a veces parecía un órgano de tubos y a veces un violonchelo cósmico, ¿o era una viola de gamba cósmica…?, no sé, e incluso a veces el instrumento del continuo por excelencia, el clavicémbalo. A partir de ahora te voy a llamar Juan Sebastián. Para algo tenían que servir las conversaciones de puerta chirriante, y modulas con suficiencia, parece que te ha enseñado alguien. Claro, que después de tanto tiempo ensayando juntos, algo habrás aprendido. 

    Esta idea se la brindo a futuros músicos, o a músicos del futuro. Yo creo que se puede desarrollar mucho.


(Los dibujos que he puesto arriba están hechos con recortes de la Wikipedia convenientemente transformados.)




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