jueves, 15 de mayo de 2025

ENTREGA 10

 

 

Nosotros debimos de ser de los últimos que hicimos estas cosas, pues ya por entonces tales celebraciones llevaban tiempo siendo sustituidas por otras parecidas y novedosas como la de Papá Noel. A mí, Papá Noel, no es que no me gustara, pero la escenografía no se podía comparar con la de los Reyes Magos. Ellos eran tres y llevaban séquitos, cabalgaban sobre camellos y elefantes y venían de países en donde crecían palmeras. Además, en su cielo, que era un cielo limpio y lleno de constelaciones refulgentes, un cielo propio de lugares secos y cálidos, brillaba una estrella con cola, una estrella que los guiaba y de la que hay quien dice que era el cometa de Halley en una de sus periódicas apariciones. Comparar todo esto con las estepas heladas, unos renos, un trineo y un gordo vestido de rojo, no tiene mucho sentido desde el punto de vista de un niño.

Los Reyes, como es de imaginar, en casa de la abuela se portaban harto generosamente. Cuando por la mañana del día seis se abría la puerta y nos dejaban entrar en el salón ―ceremonia que era preparada por la abuela con precisión militar―, aparecía todo el suelo sembrado de paquetes envueltos en papeles de colores, aquello era una auténtica exageración. En los lugares destinados a las personas mayores, en la pared del fondo, aún se podía advertir cierta moderación en el volumen y número de los envoltorios, pero en nuestra parte, la de los niños, los montones llegaban casi hasta el techo.

Lo que más ambicionaba yo por aquel entonces era uno de los típicos y enormes gorros de plumas que llevaban los jefes indios, los jefes indios de las praderas, y una vez, debió de ser a los siete años, los Reyes me trajeron uno gigantesco. No creo que fuera de verdad, pero lo parecía; para mí fue de verdad de la buena. Estuve el año entero paseándolo por el pasillo de casa y tirando tiros y flechazos desde todas las esquinas; luego se apolilló, y aún más tarde desapareció. Y otro de los objetos que un año me trajeron los Reyes fue un planisferio, un mapa del cielo. Aquello fue idea del tío Juan, que tuvo una época en la que estuvo muy interesado en la astronomía, aunque luego se pasó a la radioastronomía e instaló en el tejado de una de sus casas, en el campo, un radiotelescopio pequeñito con el que se dedicaba a escrutar los cielos. El planisferio que me regaló era redondo y de color azul añil, y las constelaciones y los meridianos y paralelos celestes estaban impresos con una tinta que brillaba en la oscuridad. Yo me pasé largas horas aquel año en la cama, con la luz apagada, colocándolo en todas las posiciones imaginables. A ver cómo se ve el cielo en primavera… ¿Y en el equinoccio de otoño?

―Orión sube y sube sobre el horizonte sur mientras transcurre la noche, y luego baja, y la Osa Mayor da vueltas y más vueltas alrededor de la Polar en sentido contrario a las agujas del reloj; así han sido eternamente estos sucesos, y seguirán siéndolo aunque nosotros no estemos aquí para verlo.

Las enseñanzas del tío Juan me parecieron entonces muy misteriosas y como de otros mundos, pero de mayor descubrí que reflejaban ni más ni menos que la pura realidad, y una realidad bastante inmediata, además.

Las inclinaciones del Cacho Madera se decantaban más por los objetos contundentes, cosas relacionadas con los deportes o las manos, herramientas de carpintero, gorras de béisbol, extrañas bicicletas para actividades diferentes a la de simple paseo, etc., y en cuanto a Claudia, ¿que se podría decir ahora, visto el asunto a distancia, de las preferencias de Claudia? Debía de ser una despreocupada, porque su principal afición la constituían unos libros muy peculiares, los libros de problemas, de los que tenía una enorme colección profusamente anotada y perfectamente ordenada, sobre todo los de matemáticas, aunque también hubiera de física, geología, botánica, química, biología molecular y otras ramas del saber. Claudia pretendía dominarlo todo, era una enciclopedista. Claudia, de joven, era como Voltaire, o como Diderot, y en cierto sentido lo fue durante toda su vida. Lo que sucedió fue que de mayor se debió de dar cuenta de que el que mucho abarca poco aprieta y se decidió por la topología, por poner un ejemplo, o por el teorema de Fermat, al que dio diez millones de vueltas durante un año o dos, aunque luego se le pasó…, y de todo esto no voy a añadir ni una palabra más porque me parece que ya he escrito suficiente acerca de ambos extremos.


ENTREGA 38

    HÉRCULES EN LA ENCRUCIJADA   Aquella tarde nos tocó a nosotros, a mi primo y a mí. La primera jefa del rebaño, que es su madre ―...