lunes, 15 de diciembre de 2025

ENTREGA 69

 

 

El encuentro y la mezcla de dos manadas diferentes es uno de los acontecimientos más aparatosos que imaginarse quepa. Primero tiene lugar el contacto entre las avanzadillas con enorme despilfarro de mugidos y chasquidos de alegría, avisos de lo que va a sobrevenir, y luego, durante horas, vas viendo desfilar a tu alrededor caras y más caras, unas conocidas aunque las más nuevas, personajes de fábula, amigos olvidados de remotos mares, compinches de pasadas fechorías, también compañeros de algún antiguo y submarino festín, grupos de precoces y curiosas hembras, la variedad es enorme, hasta que al fin la mezcla es total, un grupo penetra por completo dentro del otro y las múltiples salutaciones, los chapuzones, el guirigay y la turbulenta algarabía que se produce es lo más parecido que pueda pensarse al legendario galimatías músicum ―compleja figura donde las haya y que no quiero entrar a describir; cada uno sabrá hacerse su composición de lugar―, y como muchos nos conocemos de anteriores ocasiones, se han dado multitud de gratos reencuentros. Mi madre, mi tía y la jefa de la manada con la que nos encontramos, que es otra de mis tías, aunque, según tengo entendido, algo lejana, se saludaron entusiasmadas y dejaron transcurrir la tarde en amena conversación, dando saltos y más saltos y llenando el aire de prolongados bramidos y moduladas ululaciones… Todo esto que cuento sucedió en aguas más o menos cálidas y no demasiado profundas ni alejadas de la costa.

Hasta aquel momento todo había sido normal, pero hete aquí que en el tumulto del encuentro, entre los saltos, las cabriolas y piruetas que son de obligado cumplimiento en los saludos, sucede que me doy de bruces, me choco de frente con alguien a quien conocí antaño, sí, alguien que no me resultó del todo desconocido, ¡y cómo ha crecido! Yo la llamaba Proserpina, la hembra de piel suave y hondo mirar. Quizá este nombre no sea el más adecuado para una cachalota de doce años, quizá debería haberme esmerado más y haberle dicho Medea, o Desdémona ―Desdémona me gusta, nombre bonito y sonoro―, pero no me atreví porque no sé qué hubieran dicho mis innumerables primos, que siempre están sacando punta a cuanto se me ocurre, así que vamos a dejarlo en Proserpina, que también es lindo y ya lo conocen.

El encuentro fue de frente y casi nos dimos cabeza contra cabeza. Yo la vi venir de reojo. No miraba en su dirección, pero los ojos y la mente ven lo que quieren. Sólo la vi de reojo y durante una fracción de segundo en medio del alboroto, lo que no es mucho, aunque en aquella ocasión fuera suficiente. El cerebro me dijo, ¿qué has visto?, y sí, efectivamente, volví la cabeza y era ella, ante mí la tenía.

Estos inesperados encuentros son, ¿cómo les diría…? Pues son inquietantes, vivamente emotivos, harto emocionantes y perturbadores. Nos quedamos quietos, mirándonos, y luego, pasada la primera sorpresa, reanudamos los saltos y las acrobacias, sólo que acrecentados hasta el límite de nuestras fuerzas, y así estuvimos largo rato, ciegos y sordos al enorme alboroto que a nuestro alrededor tenía lugar, ciegos y sordos a todo lo que no fuéramos nosotros mismos…, porque cuando aparece una hembra de tu gusto, o sea, una individua del sexo incendiario, y te mira fugazmente entornando los ojos, el universo entero sufre un colapso en todos sus tejidos (esa estructura en la que nos movemos) y la mayor de las catástrofes amenaza con producirse; a veces, incluso se produce.

Luego transcurrieron los días, transcurrió buena parte del verano. La manada se había doblado en número, pero eso no supuso inconveniente alguno sino antes al contrario, porque la comida abundaba en aquellos parajes, aquellas aguas mansas y cálidas, y el grupo, ausentes los patriarcas, se comportó de la forma más juguetona posible, sobre todo si se piensa que los solteros éramos mayoría.

En una muchedumbre como la que describo se podrían distinguir tres clases de seres. Los jóvenes inmaduros, individuos de ambos sexos que forman pandillas mixtas y se dedican, sin alejarse mucho, a recorrer las inmediaciones de la base con gran estrépito y oleaje; los solteros ―entre los que me contaba―, grupos también de ambos sexos que no han alcanzado la posición social que les permita imponer sus criterios, e individuos maduros, en nuestro caso hembras en su totalidad, que son las que disponen, organizan y ordenan todo aquello que ha de hacerse. Los cachalotes somos reproductores desde los cinco o seis años, pero no es hasta los veinte o veinticinco que se nos permite hacerlo, previo paso de la formación de una nueva manada, en general desgajada de la que somos originarios. Mientras tanto, mientras llega el momento, pertenecemos a esta gran familia y, aunque tenemos vedada la función reproductora, formamos grupos cuyos miembros van tomando posiciones con vistas a futuros acontecimientos.

El verano que nos ocupa fue el mejor de mi vida juvenil, un agitado verano de alegres juegos, sí, de aventuras sin fin, y si bien al principio no me di mucha cuenta, conforme fueron pasando los días observé que ciertas oleadas de una desconocida emoción me recorrían desde la aleta caudal a la cabeza. ¿A qué podían deberse aquellos inesperados trastornos del apetito…? También podría decirlo de esta otra forma: yo tuve mi primera novia cuando era muy joven, y ¿qué quieren ustedes oír…? Aunque durante el tiempo que duró aquella relación sin precedentes, aquel verano entero que vivimos en aguas templadas, alcancé el grado de excitación y felicidad que son propios a las edades juveniles ―hasta hay quien dice que le duele el corazón―, al final lo pasé mal, sí, aquí no quiero engañar a nadie. Ella no fue la causa, claro es, pues, ¿qué otro camino podría haber tomado en sus circunstancias?, pero la separación fue un trance duro y doloroso, y no me pregunten el porqué de estos sentimientos. Los cachalotes no somos monógamos, de forma que esta poderosa tendencia hacia un único individuo he debido de heredarla de algún antepasado, probablemente muy lejano. Yo no sé cual fue la causa, pero es ley de vida que siempre que te sumerges debes volver a emerger.

ENTREGA 69

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